"Yo no pongo mi ignorancia en un altar y le llamo dios" Mikhail Bakunin


martes, 17 de marzo de 2009

La Revolución de las Moscas





Esta obra, inútil como material de referencia para sordos descarriados, y no videntes mendigos, tiene un sitial importante en la escena literaria del sur del bío-bío.


Trata de un intento suicida por demostrar que comer moscas puede ser un ejercicio libertario para la salud mental del ciudadano plástico. Sucedió en el corral cotidiano de un mediodía bancario y tuvo instantes de traspaso; de un schok delirante que cambió la mediocre vida en un destello. En lo efímero quedaron unos actos en el manual:


1.-Ud. solo ponga actitud de refinado desconcierto en la fila del banco o de la financiera donde adeuda el semestre de cuotas.


2.-No olvide sonreírle al guardia cuando de puntillas, con sus brazos en firme militar, ud. eleve su mandíbula y pegue el primer mordisqueo virtual al mantel pálido de la escenografía sórdida que ofrece el skech bancario.


3.-No se preocupe del número que lo adelanta, él o ella, siente las mismas ganas tímidas de bajarse los pantalones y cagarle el piso al hotel del dinero. Ni siquiera piense en el engominado que lo precede; él tiene el calzoncillo barnizado por una leve colitis producto de su ardua tarea de siútico ejemplar.


4.-Identifique fríamente los elípticos movimientos supuestos de la mosca que husmea la sala y trate hermenéuticamente de saber lo que piensa.


5.-Ría con soltura esquizofrénica con intervalo de quince segundos anunciando la febril-cazadora locura.


6.-No hable. Murmure un arroyo llenos de dientes cariados.


7.-No permita que las miradas desorbitadas de los corderitos razonables iluminen sus oscuras zonas que lo protegen al acecho.


8.-Cuando sienta que la fila se alarga, se estira, languidece por el susto inicial, muerda el aire y engulla la nada circundante en un profundo trance de beneplácito digestivo.


9.-No trance. La mosca existe. Ud. tiene hambre. Ud. tiene derecho sobre ese insecto de mil ojos que graba el desmembramiento hediondo de su existencia.


10.-Pegue el siguiente mordisco con insinuante rugir para que las cámaras registren su performance sublime.


11.-No atienda las descompuestas miradas de las cajeras ni las humillantes contemplaciones de los ejecutivos que comienzan gestualmente a ironizar el atentado. (La complicidad del anverso es suya).


12.-Haga que el sudor lubrique la escena y empuñe furioso el ocio del nuevo ataque.

13.-Rájele el telón al medio día financiero con un pequeño pero estridente grito al nuevo mordisco y no deje de usar su hocico animal con hinchazón ocular descontrolada.(gestualice la inmaterial desobediencia).

14.-Cuando el freno social lo acorrale y sienta la mano carcelaria del guardia en su brazo, muérdalo, arránquele el brazo, triture el abismo y crea en ello el sustancioso aletear de la mosca mientras la engulle.


15.-No utilice más que la fuerza mandibular para contener la escena al límite y cuando sienta la humedad roja calentarle la dentadura, suelte la presa y sin levantar un brazo, vuelva más airado y descontrolado contra su omitida mosca imaginaria gritando como una cerda pariendo un odio terrible y precoz.


16.-A esa altura su estupefacta audiencia habrá notado que el miedo tiene cueva. Habrán remecido el sentido práctico de su angustia y olvidaran extorsionarse el marginal principio de respeto que les queda.

17.-En un segundo ud. será el comandante de un furioso ejército come moscas, destrozándoles las gargantas a los gerentes del dinero. Saltaran sobre los cajeros, caerán sobre los escritorios en un oval aletear, gozaran de la mierda viva, metamorfeados en moscas, dúctiles al hedor-descontrol y listas a poner sus patas inmundas en los centros financieros del mundo. Llenas, satisfechas de excrementos.




Van-Rá


















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